Oporto
La hermana pequeña de Lisboa compite en encanto y placeres con la capital. En Oporto la atmósfera melancólica se respira entre cuestas, bodegas y edificios de azulejos a orillas del Duero.
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Sobre Oporto
Historia a orillas del Duero
Dicen que en Oporto es difícil perderse y que basta con fijarse en el río o en el mar para encontrar el camino.
Situada junto al océano Atlántico y pegada a la ribera izquierda de la desembocadura del río Duero, su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, tiene un magnetismo especial en el que se suceden las fachadas de azulejos, los monumentos y las tiendas antiguas.
Entre sus paradas imprescindibles están la Capela das Almas, cuya fachada está cubierta por azulejos, y el gran Palacio de Bolsa, del siglo XIX.
También hay que sumergirse en la penumbra del claustro gótico de su catedral, construida entre los siglos XII y XIII, y visitar la mágica librería Lello, que inspiró algunos de los escenarios de Harry Potter.
Ninguna visita a Oporto está completa sin subir los 200 escalones de la Torre de los Clérigos, el campanario de la iglesia del mismo nombre desde el que se disfrutan las mejores vistas de la ciudad.


Entre vinos y bacalao
Gracias a su costa y a estar sumergida entre viñedos, la gastronomía en Oporto es uno de sus grandes placeres.
El puente de hierro de Dom Luis I es la pasarela que lleva hasta las míticas bodegas del barrio de la Ribera, donde hay que probar el bacalao en cualquiera de sus versiones (a la brasa es la más popular) y acompañarlo de uno de los famosos vinos de Oporto.
Otro plan ‘foodie’ es perseguir la costa hasta el puerto pesquero Matosinhos. Allí los restaurantes ofrecen platos de mariscos frescos y sardinas a la parrilla en sus calles.
Las sobremesas, siempre en el memorable Café Majestic; y de postre, los míticos pasteles de nata, todo el que los prueba sueña con regresar a Oporto.